Modelos de vida


 " ENCUENTRA,CADA DÍA, UN MODELO DE SANTIDAD. 
"JESÚS, MODELO DE VIDA"
 Santo de hoy
Vidas que dejan huella

 

Comenzamos nuestra busqueda de modelos de vida, entre las virgenes consagradas, presentando una breve reseña de SANTA MACRINA, Patrona del centro Base de la ASOCIACIÓN "SACRA VIRGINITAS".
A través de la vida de Santa Macrina nos es dado contemplar en toda su fuerza, pureza y -esplendor, los origenes de la Vida Religiosa femenina

Breve reseña de SANTA MACRINA, Patrona del Centro Base de la ASOCIACIÓN "SACRA VIRGINITAS".

Santa Macrina fue la mayor de los diez hijos de San Basilio el Viejo y de Santa Emmelia; y criada con sentimientos excelentes de piedad, después de la muerte de su padre consagró con voto su virginidad á Dios, y ayudó mucho á su madre en la educación de sus hermanos y hermanas. San Basilio el Magno, San Pedro de Sebaste, San Gregorio de Nisa, y los demás aprendieron. de ella aquel temprano, desprecio que hicieron del mundo, aquel miedo a sus peligros, y aquella aplicación á la oración y á la palabra de Dios. Cuando para mayor aprovechamiento de ellos les enviaron fuera, de casa, Macrina persuadió á su madre de continuar con ella en la fundación de dos monasterios, uno para hombres y otro para mujeres, a corta distancia uno de otro, en una hacienda propia cerca de Ibora en Ponto. El primero fue gobernado por San Basilio y después por San Pedro.

Santa Macrina escribió las reglas para las monjas con admirable prudencia y piedad, y estableció en aquel monasterio el amor y el espíritu de una pobreza universal, de un desprendimiento completo del mundo, de mortificación, humildad, continua oración, y canto de Salmos. Dios se dignó de afligirla con un cáncer muy penoso, que, al fin, la curó su madre, haciendo, á ruegos de ella, la señal de la cruz sobre la llaga; sola una cicatriz negra quedó en la misma parte en que le había tenido.

Después de la muerte de Santa Emmelia dispuso Macrina de todo cuanto había quedado de sus haciendas en beneficio de los pobres, y vivió como todas las demás monjas de lo que adquiría con la labor de sus manos. Su hermano Basilio, murió, a principios del año 379, y ella cayó enferma, á los once meses de aquella muerte. Después de ocho años de ausencia san Gregorio de Nisa le hizo una visita, la encontró acometida de una calentura maligna, recostada en dos tablas, de las que una la servia de cama, y otra de cabecera. Con sus piadosos discursos quedó sumamente confortada, y animada de un fervor y de un deseo ardentísimo de amor divino y penitencia, con que se preparó para su última hora. Espiró, pues, en paz, después de haberse armado con la señal de la cruz. La pobreza de su casa era tal, que, cuando la llevaron a la sepultura, no se halló con que cubrir su cadáver, sino su mismo manto antiguo y su velo; pero san Gregorio la echó su manto episcopal para cubrirla. Ella había llevado al cuello una cinta o cordón de que. pendía una cruz de hierro y un anillo. San Gregorio dio la cruz á, una monja, llamada Vestiana, y el anillo lo guardó para sí, por estar hueco y contener dentro una partícula de la cruz verdadera.

Araxo, obispo de aquel lugar y San Gregorio formaron su procesión fúnebre, que se compuso de clérigos, de monjes y monjas en dos coros separadas. Toda la comitiva iba cantando Salmos con antorchas en las manos; y sus santas reliquias fueron conducidas á la iglesia de los Cuarenta Mártires, una milla distante del monasterio y depositadas misma de su santa madre¡ donde se hicieron preces y sacrificios por ambas. Santa Macrina murió, en el año 379.

Macrina. un icono viviente de la virginidad

Hacia el año 380 escribió Gregorio de Nisa la Vida de Macrina, hermana suya y de Basilio

1. Gregorio resalta la belleza física y espiritual, de su hermana.

2. Murió su padre apenas le había asignado un marido; pero Macrina «se decidió a permanecer célibe», aunque entonces no había en Asia conventos, ni vida común para mujeres. La vida en virginal se realizaba en las propias casas y ahí decidió Macrina realizar su proyecto. Permaneció en casa, con su madre, ayudándola en las tareas domésticas: Macrina ofrecía a su madre un maravilloso ejemplo, mostrándole la dirección hacía el mismo ideal, atrayéndola poco a poco hacia una vida pura y desprendida de todo" (o.c.­ n 5, 4,55 )

Al ver que su hermano Basilio volvía de Atenas, muy engreído de sus conocimientos de oratoria, Macrina

" le atrajo con tal rapidez al ideal de la filosofía que él renunció a la gloria mundana , despreció la admiración que podía recibir por su elocuencia, y se entregó a una Vida de trabajo manual, buscando a través de: una pobreza perfecta una vida libre para la virtud " (o.C. 7, 1, 57).

. La casa se transforma en un monasterio.,

«Como habían roto con todo estilo de vida demasiado material, Macrina convenció a su madre para que abandonase la vida que hasta ahora llevaba, el modo lujoso de vivir y las atenciones de los sirviente! que ella estaba acostumbrada a recibir hasta entonces; que se hiciese igual a la masa en el modo de considerarse y que uniese su vida a la forma de vida de las vírgenes que ella tenía en su casa, convirtiendo en hermanas e iguales a las que eran esclavas y sirvientas» ( o.c. n. 7,1, 57 ).

Hacia el año 357, por iniciativa de Macrina, madre e hija se retiraron a la casa familiar de Annesi. Así describe Gregorio su forma de vida en comunión con otras , a la que no duda en comparar con la vida de los ángeles:

" Macrina, que se, había apartado de todas las cosas a las que estaba acostumbrada, condujo a la madre a su mismo grado de humildad, habiéndola convencido de que se sitúase en el mismo nivel que el conjunto de las virgenes, y de que participase con ellas de la misma mesa, del mismo dormitorio y del mismo modo de vida sin distinción ninguna, pues en la vida de ellas se había suprimido toda desigualdad. Y era tal el orden de su vivir, tanta la elevación de la filosofía y tan venerable el tenor de su vida tanto de día como de noche, que supera toda descripción que se pueda hacer con palabras» ( o.c. n. 11, 1-2, 63-64).

Era una vida de continencia y humildad, en contemplación de las realidades divinas y en oración ininterrumpida. Su vida estaba «en el limite entre la naturaleza humana y la angélica» . Se trataba de una vida auténticamente liminal. Gregorio alude al constante crecimiento de Macrina en su acercamiento a Dios:

"No fue corto el tiempo que ellas vivieron de esta forma. Sus buenas o obras se multiplicaron con el paso del tiempo, pues su filosofía progresaba lo más puro con la ayuda de los bienes que ya iban encontrando» ( obra citada, 11,4,66 ).

Gregorio narra el encuentro último entre su hermana y él, después de ocho años separados. Gregorio la contemplaba como «llevada por Dios, inspirada por el Espíritu Santo». Gregorio veía en su hermana a un «nuevo Job». Aquella mujer que solamente había sido educada en la religión, mostraba ahora un conocimiento extraordinario.

«si no fuese porque este relato se haría interminable, yo plantearía ordenadamente todas estas cosas: cómo ella se elevó en su discurso haciendo reflexiones filosóficas sobre el alma hasta llegar a la causa de nuestro vivir en carne, por qué existe el hombre, cómo se tornó mortal, de dónde viene la muerte y cuál es nuestra liberación al volver nuevamente a la vida. Trataba todas estas cosas sabia y coherentemente, como inspirada por la fuerza del Espíritu Santo, fluyendo su palabra con toda facilidad, como el agua de una fuente cuando brota sobre un terreno en pendiente.( ID., oc., 18,1, 78‑79 ).

. Dice de ella, que vivió sus últimos momentos como una esposa enamorada.

Habla del amor, del eros ¡ no ágape ! de Macrina por Jesús:

"Me parecía que ésta era, la razón que le llevaba a manifestar ante los presentes aquel divino y puro amor del esposo invisible, que había alimentado y que llevaba escondido en lo más íntimo del alma, y a publicar el deseo que tenla en el corazón de elevarse hasta su amado para estar con él. cuanto antes desligada ya de las ataduras del cuerpo. Era en verdad hacia el amado hacia donde se encaminaba su carrera, sin que ninguno de los placeres de está vida atrajese su mirada" ( Gregorio de Nisa, Vida de Macrina. Elogio de San Basilio (ed. Ciudad Nueva, Madrid 1995), n.22,4,88‑89).

Cuando muere Macrina, las vírgenes la reconocen como «madre y nodriza» comentan así:

«Se ha apagado la lámpara de nuestros ojos. Nos ha sido arrebatada a la luz que guiaba nuestras almas. Se. ha desvanecido la seguridad de nuestra vida. Han quitado de en medio el sello de la incorruptibilidad. Ha sido arrebatado el lazo de nuestra concordia, se ha quebrado el sostén de los que carecen de fuerza, ha desaparecido el cuidado de aquellos que estaban enfermos; para nosotras incluso la noche era como el día, iluminada, limpia. Ahora incluso el día se nos convierte en tinieblas» ( ID., o.c., n.26 3, 96‑97).

Breve reseña de SANTA EULALIA, Patrona del Centro Asociado en Barcelona de la ASOCIACIÓN "SACRA VIRGINITAS".

SANTA EULALIA DE BARCELONA + 304

(Fiesta el 12 de febrero).

(EULALIA) De los muchos nombres de origen griego que forman nuestro santoral, el de Eulalia está entre los que han adquirido carta de naturaleza en nuestra lengua. Como Eugenio, Eusebio, Eulogio y muchos más, incorpora el prefijo eu (eu), que significa bien, propicio, favorable. El segundo elemento, lalia (lália), del verbo lalew (laléo) significa hablar. El conjunto de los dos elementos nos da para el nombre de Eulalia el significado de "Bien hablada", "Elocuente", "Convincente". Sus variantes son Olalla, Olaya, Olaria, Olaja, Olea, Laia. El nombre se introdujo en la Galia gracias a la Cantilena de santa Olaya, el más antiguo poema conocido en lenguia de oil. Esto no obstante, donde más se ha desarrollado este nombre ha sido en España, a causa de las dos santas Eulalias, la de Mérida y la de Barcelona, lo que dio lugar a que este nombre se desarrollase más abundantemente en esta última ciudad, en especial con la variante catalana de Laia.-

 

Barcelona tiene como Patrona celestial de la ciudad a esta valerosa mujer que se enamoró de Jesucristo y no temió los atroces tormentos a los que fue sometida.
Pertenecía a una familia de senadores. Sus padres se llamaban Fileto y Leda y habitaban en una quinta cerca de la ciudad. Allí pasó su niñez y los primeros años de su adolescencia.

Siendo aún muy niña oyó hablar a su cristiana madre del valor de la virginidad y un día ella oró ante Jesucristo a la vez que le decía: "Señor, si me queréis feliz, consentid que muera en la cruz como Vos". Nuestro Señor aceptó gustoso aquel generoso ofrecimiento.

Esta Eulalia catalana, tiene una personalidad muy definida, con rasgos propios por ejemplo, una nerviosa impaciencia por desafiar al mundo con la verdad.
La virgen y mártir Santa Eulalia de Barcelona padeció martirio bajo la persecución de los emperadores Diocleciano y Maximino. Al desatarse la persecución de Diocleciano y llegar a la ciudad su prefecto Daciano, se dijo a sí misma que la fe tenía que plantarle cara.

No es ya una niña que no sepa lo que se hace, tiene veinticinco años.

El más antiguo historiador de la santa es el poeta Prudencio que, en su Peristéfanon, himno III, deja clara constancia de las características del martirio: su cuerpo es cruelmente lacerado y desgarrado con garfios y uñas aceradas, y a continuación le aplican hachas encendidas en todos los desgarros con el fin de hacerla abjurar de su fe. Pero resistió valerosamente el dolor terrible que le causaba el fuego aplicado a las heridas, hasta que cedió su cuerpo al dolor, liberando definitivamente su alma. Ocurría esto el 12 de febrero del año 304.

La Passio, Leccionario Barcinonense dice de ella "que amaba a Cristo con toda su alma y que era para las otras doncellas de su edad norma cierta de salvación por el ejemplo de sus virtudes". El Arzobispo de Milán, San Ambrosio, comentando la vida de Santa Eulalia escribió: "Su devoción y arrojo era mayor de lo que suponía su edad, y su virtud sobrepasaba cuanto cabía esperar de su débil naturaleza"...

Al primer canto del gallo sale de su casa, que la tradición sitúa en el Desierto de Sarriá o tal vez en lo que hoy es santa Eulalia de Provençana, en cualquier caso muy lejos de las antiguas murallas, y recorre a pie este larguísimo trecho, entre campos, torrentes y casas de labor, andarina y madrugadora.

Tiene prisa por proclamar ante el siniestro Daciano: "Soy Eulalia, sierva de Cristo, rey de reyes y señor de señores".

Para hacerla apostatar se recurre a la persuasión, a amenazas, a azotes y potro. Por fin, dentro de un tonel lleno de cuchillas rueda por una calle en pendiente, la "bajada" que lleva su nombre.


Ya muerta, su cuerpo se expone en una cruz extramuros (¿en la plaza del Padró?) y una nevada milagrosa viste su desnudez. La entierran cerca de donde en la actualidad se levanta el Arco de Triunfo y con el tiempo descansará en la cripta de la catedral. En su recorrido de mártir Eulalia santificó barrio por barrio la ciudad, que todavía es suya en misteriosos perfumes de virgen que no podía callar su fe y que anduvo muchísimo por gritarla.

Su cuerpo fue sepultado en la iglesia llamada de Santa María de las Arenas, desaparecida posteriormente a causa de un incendio. Luego la dominación árabe, en algunos momentos de la cual había cesado totalmente el culto cristiano en Barcelona, hizo que se olvidase el lugar del sepulcro. Pero la fama de la santa se había extendido por toda la península y llegado hasta Narbona, cuyo obispo, Sigebodo, se desplazó a Barcelona el año 878 para conseguir alguna reliquia de la santa, sobre la que construir un templo en su diócesis. El entonces obispo de la ciudad, Frodoino, halló el sepulcro. Su culto en Barcelona es muy antiguo (lo atestigua la referencia al mismo en la Passio de communi, escrito compuesto en Zaragoza a fines del siglo VI). A raíz del hallazgo de sus reliquias, el culto a la santa se extendió al resto de España y a Francia.

Es copatrona de Barcelona, junto a la Virgen de la Merced.

 


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María, modelo de virginidad

1. El propósito de virginidad, que se vislumbra en las palabras de María en el momento de la Anunciación, ha sido considerado tradicionalmente como el comienzo y el acontecimiento inspirador de la virginidad cristiana en la Iglesia.

San Agustín no reconoce en ese propósito el cumplimiento de un precepto divino, sino un voto emitido libremente. De ese modo se ha podido presentar a María como ejemplo a las santas vírgenes en el curso de toda la historia de la Iglesia. María «consagró su virginidad a Dios, cuando aún no sabía lo que debía concebir, para que la imitación de la vida celestial en el cuerpo terrenal y mortal se haga por voto, no por precepto, por elección de amor, no por necesidad de servicio» (De Sancta Virg., IV, 4; PL 40, 398).

El ángel no pide a María que permanezca virgen; es María quien revela libremente su propósito de virginidad. En este compromiso se sitúa su elección de amor, que la lleva a consagrarse totalmente al Señor mediante una vida virginal.

Al subrayar la espontaneidad de la decisión de María, no debemos olvidar que en el origen de toda vocación está la iniciativa de Dios. La doncella de Nazaret, al orientarse hacia la vida virginal, respondía a una vocación interior, es decir, a una inspiración del Espíritu Santo que la iluminaba sobre el significado y el valor de la entrega virginal de sí misma. Nadie puede acoger este don sin sentirse llamado y sin recibir del Espíritu Santo la luz y la fuerza necesarias.

2. Aunque san Agustín utilice la palabra voto para mostrar a quienes llama santas vírgenes el primer modelo de su estado de vida, el Evangelio no testimonia que María haya formulado expresamente un voto, que es la forma de consagración y entrega de la propia vida a Dios, en uso ya desde los primeros siglos de la Iglesia. El Evangelio nos da a entender que María tomó la decisión personal de permanecer virgen, ofreciendo su corazón al Señor. Desea ser su esposa fiel, realizando la vocación de la «hija de Sión». Sin embargo, con su decisión se convierte en el arquetipo de todos los que en la Iglesia han elegido servir al Señor con corazón indiviso en la virginidad.

Ni los evangelios, ni otros escritos del Nuevo Testamento, nos informan acerca del momento en el que María tomó la decisión de permanecer virgen. Con todo, de la pregunta que hace al ángel se deduce con claridad que, en el momento de la Anunciación, dicho propósito era ya muy firme. María no duda en expresar su deseo de conservar la virginidad también en la perspectiva de la maternidad que se le propone, mostrando que había madurado largamente su propósito.

En efecto, María no eligió la virginidad en la perspectiva, imprevisible, de llegar a ser Madre de Dios, sino que maduró su elección en su conciencia antes del momento de la Anunciación. Podemos suponer que esa orientación siempre estuvo presente en su corazón: la gracia que la preparaba para la maternidad virginal influyó ciertamente en todo el desarrollo de su personalidad, mientras que el Espíritu Santo no dejó de inspirarle, ya desde sus primeros años, el deseo de la unión más completa con Dios.

3. Las maravillas que Dios hace, también hoy, en el corazón y en la vida de tantos muchachos y muchachas, las hizo, ante todo, en el alma de María. También en nuestro mundo, aunque esté tan distraído por la fascinación de una cultura a menudo superficial y consumista, muchos adolescentes aceptan la invitación que proviene del ejemplo de María y consagran su juventud al Señor y al servicio de sus hermanos.

Esta decisión, más que renuncia a valores humanos, es elección de valores más grandes. A este respecto, mi venerado predecesor Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis cultus, subrayaba cómo quien mira con espíritu abierto el testimonio del Evangelio «se dará cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María (...) no fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios» (n. 37).

En definitiva, la elección del estado virginal está motivada por la plena adhesión a Cristo. Esto es particularmente evidente en María. Aunque antes de la Anunciación no era consciente de ella, el Espíritu Santo le inspira su consagración virginal con vistas a Cristo: permanece virgen para acoger con todo su ser al Mesías Salvador. La virginidad comenzada en María muestra así su propia dimensión cristocéntrica, esencial también para la virginidad vivida en la Iglesia, que halla en la Madre de Cristo su modelo sublime. Aunque su virginidad personal, vinculada a la maternidad divina, es un hecho excepcional, ilumina y da sentido a todo don virginal.

4. ¡Cuántas mujeres jóvenes, en la historia de la Iglesia, contemplando la nobleza y la belleza del corazón virginal de la Madre del Señor, se han sentido alentadas a responder generosamente a la llamada de Dios, abrazando el ideal de la virginidad! «Precisamente esta virginidad -como he recordado en la encíclica Redemptoris Mater-, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Nazaret, es fuente de una especial fecundidad espiritual: es fuente de la maternidad en el Espíritu Santo» (n. 43).

La vida virginal de María suscita en todo el pueblo cristiano la estima por el don de la virginidad y el deseo de que se multiplique en la Iglesia como signo del primado de Dios sobre toda realidad y como anticipación profética de la vida futura. Demos gracias juntos al Señor por quienes aún hoy consagran generosamente su vida mediante la virginidad, al servicio del reino de Dios.

Al mismo tiempo, mientras en diversas zonas de antigua evangelización el hedonismo y el consumismo parecen disuadir a los jóvenes de abrazar la vida consagrada es preciso pedir incesantemente a Dios, por intercesión de María, un nuevo florecimiento de vocaciones religiosas. Así, el rostro de la Madre de Cristo, reflejado en muchas vírgenes que se esfuerzan por seguir al divino Maestro, seguirá siendo para la humanidad el signo de la misericordia y de la ternura divinas.

( Durante la audiencia general del miércoles 7 de agosto de 1996 )

MARÍA, ESPEJO DE LAS VÍRGENES

Se lee en el De Virginibus, dedicado por San Ambrosio en el 377 a su hermana Marcelína.:

¿Qué más noble que la Madre de Dios? ¿Qué más espléndido que aquella a quien ha elegido el esplendor? ¿Qué más casto que la que ha engendrado el cuerpo sin mancha corporal? ¿Y qué decir de sus otras virtudes? Ella era virgen, no sólo de cuerpo, sino también de espíritu. A Ella nunca el pecado ha conseguido alterar su pureza: humilde de corazón, reflexiva en sus resoluciones, prudente, discreta en palabras, ávida de lectura; no ponía su esperanza en las riquezas, sino en la oración de los pobres; aplicada al trabajo, tomaba por juez de su alma no lo humano, sino a Dios; no hirió nunca, afable con todos, llena de respeto por los ancianos, sin envidia con los de su edad, humilde, razonable, amaba la virtud. ¿Cuándo ofendió a sus padres, aunque no fuese más que en su actitud? ¿Cuándo se la vio en desacuerdo con sus parientes? ¿Cuándo rechazó al humilde, se burló del débil, evitó al miserable? Iba únicamente a las reuniones en las que, habiendo ido por caridad, no tuviese que avergonzarse ni sufrir en su modestia. Ninguna dureza en su mirada, ninguna falta de medida en sus palabras, ninguna imprudencia en sus actos; ninguna contrariedad en el gesto, ni insolencia en la voz: su actitud exterior era la imagen misma de su alma, la manifestación de su rectitud Una buena casa debe reconocerse desde la puerta, y mostrar bien desde la entrada que no oculta tinieblas; así nuestra alma debe, sin estar domiínada por el cuerpo, dar su luz al exterior, semejante a la lámpara que vierte desde el interior su claridad.

...Aunque Madre del Señor, aspiraba, sin embargo, a aprender los preceptos del Señor; Ella, que había dado a luz a Dios, deseaba, sin embargo, conocer a Dios.

Es el modelo de la virginidad. La vida de María debe ser, en efecto, un ejemplo para todos. Si amamos al autor, apreciamos también la obra; y que todas las que aspiran a sus privilegios imiten su ejemplo. ¡Qué de virtudes resplandecen en una sola Virgen! Asilo de la pureza, estandarte de la fe, modelo de la devoción, doncella en la casa, ayuda del sacerdocio, Madre en el templo.

A cuántas vírgenes irá a buscar para tomarlas en sus brazos y conducirlas al Señor, diciendo: «He aquí la que ha custodiado mí Hijo, la que ha guardado una pureza inmaculada.» Y del mismo modo el Señor las confiará al Padre, repitiendo las palabras que amaba: «Padre santo, he aquí las que Yo te he guardado. Pero ya que no han vencido por sí mismas, no deben salvarse solas, puedan rescatar, la una a sus padres, la otra a sus hermanos. Padre justo, el mundo no me ha conocido, pero ellas me han conocido, y ellas no han querido conocer el mundo.»

¡Qué cortejo, cuántos aplausos de alegría entre los ángeles! Ella ha merecido habitar en el cielo, la que ha vivido en el mundo una vida celeste. Entonces, María, tomando el tamboril, conducirá a los corazones de las vírgenes, que cantarán al Señor y darán gracias por haber atravesado el mar del mundo sin zozobrar en sus remolinos. Entonces todas saltarán de alegría y dirán: «Entraré en el altar de mi Dios, del Dios que es la alegría de mi juventud. Yo inmolo a Dios un sacrificio de alabanza, y ofrezco mis dones al Altísimo.»

Y yo no dudo que delante de vosotras se abrírán plenamente los altares de Dios. Respecto a vosotras, yo me atrevería a decir que vuestras almas son altares donde cada día, para la redención del Cuerpo místico, Cristo es inmolado. Pues si el cuerpo de la Virgen es el templo de Dios, ¿qué decir del alma, puesta al descubierto por la mano del Sacerdote eterno, que retira las cenizas del cuerpo y deja de manifiesto el fuego divino? Bienaventuradas vírgenes, perfumadas por el perfume inmortal de la gracia, como los jardines por las flores, los templos por el culto divino, y los altares por el sacerdote."